Desde que me mudé a Berlín, muchas veces cuando le preguntaba a alemanes de donde eran me decían "No, no vas a saber de donde, es un pueblito muy chiquitito de 200 habitantes", y yo no me podía imaginar cómo eran esos pueblitos. Me imaginaba algo muy perdido en medio de la nada, rodeado de kilómetros y kilómetros de superficie vacía. La imagen que tenía en mi cabeza sobre cómo se veían esos pueblos distaba mucho de la realidad.
Claro, mi cabeza siempre piensa en dimensiones de país como la de Argentina, donde literal podes ir en auto por la ruta durante horas y horas y no ver ni una sola casa, aquí en Alemania eso no sucede ya que es un país que entra, por lo menos, 5 veces dentro de la superficie de Argentina y donde en Argentina hay casi la mitad de personas que Alemania. Así que, para lo que en mi cabeza era un pueblito perdido en medio de la Patagonia, rodeado de la nada misma, aquí en Alemania, un pueblito es un lugar con casas rodeado de bosques, lagos y otros pueblitos de más o menos las mismas características.
Con mi novia estuvimos de viaje en el sur de Alemania, en el estado de Baden-Württemberg, más precisamente en la zona del lago Bodensee, siendo este el lago más grande de toda Alemania, el cual también es compartido con Suiza y Austria. Fuimos por 10 días a visitar a sus parientes que viven en uno de estos pueblitos.
La idea que tenía de un pueblo de 200 habitantes era más bien la de un lugar no muy desarrollado, tirando más bien a un lugar humilde, con recursos limitados, con edificaciones simples y económicas, pero es todo lo contrario. La mayoría de las casas son bastante nuevas, de los 50s en adelante. Muchas de ellas con ampliaciones incluso de no más de 10 años. Las granjas tienen graneros bastante bien construidos, incluso las edificaciones más viejas están en muy buen estado.
Nos pasó a buscar su tía de la ciudad más cercana, la cual estaba a 25 minutos en auto de la casa. En el recorrido tuve un panorama de lo que es esa zona, mucha plantaciones de maíz, manzana y lúpulo. Campo tras campo de esas plantaciones, muy extensas que se perdían del otro lado de la colina. También en ese recorrido me di con lo que iba a ser una constante en los 10 días de viaje, el alemán. Si bien la tía hablaba inglés, el idioma que la Jessie, su tía y su abuela manejan es el alemán. Pero no cualquier alemán, sino que el schwebisch, que es un dialecto que se habla solo en esa zona. Nosotros al vivir en Berlín, el uso que le damos al alemán es, lamentablemente, muy poco, así que para mi fue un desafío empezar a utilizar mi medio oxidado alemán.
En el recorrido en auto no solo vimos campos, sino que también grupos de casas. Cada 5 kilómetros aparecía un grupo de 10 casas, luego más campo, luego otras casas, campos, casas y así. Ya no eran edificios de 5 pisos y 3 departamentos por planta, sino que casas propiamente dicho, donde vive una familia por cada una de ellas. Era muy lindo ver como el color amarronado y blanco de las casas rompía con el verde y azul del entorno.
En el pueblo donde vive la familia de la Jessie viven 290 habitantes. Allí hay una iglesia (la más grande de la zona en donde se hacen misas regularmente), tiene un jardín de infantes (el único de la zona), tiene también una despensa que abre solo por la mañana y donde venden artículos del día a día, luego hay un puesto donde venden leche recién ordeñada...y la verdad que no mucho más. No hay tiendas, bares, cafés (aunque la despensa tiene uno dentro), restaurantes y el bus hacia la ciudad, en verano, pasa solo dos veces por día, a las 6am y a las 6pm. Así que como se imaginaran, no hay mucho para hacer, ¿o sí?
Esos pueblo no tendrán todas esas cosas que son tan normales para uno que vive en la ciudad, pero tiene muchísimas cosas que nosotros en ciudades rodeadas de concreto no tenemos, y eso es la naturaleza. Detrás de la casa hay un bosque, del otro lado de la calle un campo donde antes había plantación de lúpulo, a unos 10 minutos en bici hay un lago y un poco más lejos incontables senderos para caminar y andar en bici. La conección que hay con la naturaleza es en un 100%. Algo que luego de unos días me fui dando cuenta que, si bien Berlín es una ciudad muy verde, es algo que me termina faltando aquí. Poder salir a caminar 10 minutos y cruzarme con vacas y ovejas pastando "libres", caminar por un sendero en el bosque y ver a dos ciervos bebés jugando libres saltando para todos lados (literal quedamos con la boca abierta al ver eso), sentir el olor de distintas flores, plantas y hasta el estiércol de los animales. Todo eso es algo que de una forma u otra te conecta con otro lugar dentro de uno y te hace bajar unos cuantos cambios.
Honestamente no sé si, ahora, viviría en un pueblo así. Pero es algo que tal vez sea interesante cuando ya tenga nietos y quiera tener un lugar para poder estar tranquilo con mi mujer, preocuparme de mis plantas en el jardín y sentarme a ver el atardecer con un té en la puerta de casa.